martes, 30 de septiembre de 2008

los que nos atascamos en las puertas


Vamos a ver si aclaramos las cosas de una vez:

Si yo empujo a alguien, le empujo hacia delante, de acuerdo.
Y si yo tiro a alguien por la ventana, tiro un papel a la papelera, o me tiro al metro, también eso implica un movimiento hacia delante, ¿verdad?
¿Qué función tienen, entonces, esos carteles de "TIRAR" y "EMPUJAR" que hay en las puertas? ¿Acaso no están diciendo lo mismo?
¿Se supone que aclaran algo?
A mí desde luego, no. Ni a mí, ni a todos los que (y no somos pocos, por cierto) diariamente nos quedamos atascados en las puertas de bancos, oficinas, bares, etc., moviéndonos nerviosamente de atrás a delante.

Nosotros -los que razonamos las cosas con lógica, quiero decir- cuando pone "EMPUJAR", empujamos, y cuando pone "TIRAR", obviamente empujamos también; es decir, que tiramos.

Y así, debido a este error que muy pocos nos atrevemos a denunciar públicamente, día tras día, puerta tras puerta, perdemos segundos valiosísimos; segundos que seguro que sumados, restan días e incluso meses a nuestra vida.
Nuestro drama no acaba aquí, sino que además nos vemos obligados a soportar estoicamente el pitorreo de gente con una capacidad de razonamiento claramente inferior, que se cree en posesión de la verdad sólo por ser mayoría.

Pero llegará el día en el que se enmendará el error y los "TIRAR" se sustituirán por "TIRAR DE" (reconozco que "TIRE DE LA PUERTA HACIA USTED" sería excesivo), cuando por fin triunfará la razón unida a la sintaxis, y entonces, sólo entonces, admitiré comentarios jocosos si me quedo sin saber qué hacer ante una puerta.

Pero hasta que llegue ese momento, no quiero oír ni mu.

Hombre ya.


a, b y c

Aquí van las tres cosas que de pequeñas más nos gustaba hacer a mi prima Blanca y a mí, para llamar la atención de la gente (o eso creíamos nosotras) cuando nos la cruzábamos por la calle:

a) hablar en inglés (inventado).

b) ponernos un trozo de bolsa de Zara -de las negras- tapándonos un diente, y sonreír.

c) inventarnos miles de pretendientes y tener conversaciones tipo "tía, le he dicho a Juan que deje de llamarme, pero nada, y como además Pedro y Luis no paran de ir a buscarme, y Manuel y Fernando se me han declarado ya varias veces yo no sé qué hacer, porque al dejar a Javi..."

Madre mía, qué simplezas, pero cómo nos reíamos.

Jolines, qué mayor soy ya.

lunes, 29 de septiembre de 2008

short fat fannie

Qué canción.
Qué energía.
Qué ritmo.
Qué ganas de bailar.
Qué coreografía.
Qué movimientos.

(Qué cansancio)

lunes, 22 de septiembre de 2008

ramón


Una mañana, al volver de hacer la compra, me encontré una rata en el portal.
No me asusté, porque pensé:
- Mira, un Ramón.
Luego se giró y le vi el rabo. Era enorme, y entonces pensé:
- Ah, pues no.
Y me dio pena, de repente me di cuenta de que le echaba de menos. No tanto como para adoptar a la rata, pero bastante sí.
Me acordé de sus mofletes inflados, de sus dientecillos como alfileres, del calcetín donde dormía, de las excursiones organizadas en busca de frutos secos que le preparaba, de las carreras por el pasillo, de las caquitas que iba dejando por la casa cuando le dimos la libertad total...

Ay, Ramón, qué final más triste el tuyo.
Bueno, o no, nunca lo sabremos.
Simplemente desapareciste.
Ramón, el ratoncito ruso.
Si hubieses sido mío, te hubiera llamado Vladimir.
No sabemos qué pasó, pero yo, por si acaso, no me hablo con los gatos del barrio.


la parada de autobús



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¡Me encanta!

Pero es tremendo, aviso.


jueves, 18 de septiembre de 2008

el odio


Estoy haciendo un curso. Somos nueve más el profesor: seis chicas y tres chicos.
La mitad de las chicas, osea tres, nos llamamos Rocío. No sé si eso es significativo o no, pero sea como sea, facilita la tarea a mi nula capacidad de memorizar nombres.
El profesor se llama Luis, así que contándome a mí, ya me sé cuatro.

Hay otro hombre, que solo sé que no se llama Luis (ni Rocío) pero que se parece mucho a Andrés Pajares. Ronda la cuarentena, es muy moreno, lleva el pelo engominado y tiene unos dientes muy blancos. Sospechosamente blancos, diría yo. Incluso más azulados que blancos.

Le gusta mucho interrumpir, y es propenso a las gracias sin gracia. Yo creo que él sí que se la ve, así que las suelta y luego nos deslumbra a todos con sus dientes refulgentes. Después se los relame. Se le quedarán secos, supongo. O a lo mejor se relame de gusto, no sé.

El primer día de clase, a los cinco minutos yo ya le odiaba. Pero oye, intensamente, que incluso me asusté un poco de mí misma.
No es que crea yo mucho en el odio a primera vista, pero a veces me ha pasado.
No me preocupo, sé que eso igual que viene se va.

Pero a veces no.


En fin, queda un mes de curso.

Que se ande con ojo.


miércoles, 17 de septiembre de 2008

defensa de las aceitunas


Me encantan las aceitunas
con vino tinto y con queso.
Todos decís que engordan.
Será que os coméis el hueso.


martes, 16 de septiembre de 2008

esa bañera


Me estoy acordando de Pablo C., mi amigo del cole y después del instituto. Yo con ese chico me lo pasaba muy bien. Solo discutíamos, de hecho nuestra relación se basaba básicamente en eso, porque la verdad es que estábamos en desacuerdo en todo. Pero nos quedaban unas discusiones la mar de entretenidas.
Nos llevábamos muy bien.

La forma estándar de acabar con todas nuestras conversaciones era, unas veces empezando él y otras yo, daba igual, así:
- Rojerasecologista.
- Fachademierda
- Yo no soy facha, soy falangista, que no tiene nada que ver porque blablabla....
(Nunca escuché las famosas diferencias, a estas alturas de la discusión ya no tenía paciencia).

El caso es que una vez fuimos a una manifestación, supongo que contra alguna ley de educación, no me acuerdo; me distraje un momento y cuando me volví encontré a Pablo completamente rodeado de punkis que, señalando una bandera española que ondeaba desde un edificio, saltaban y gritaban
ESA BANDERA, LA VAMOS A QUEMAR

Uyuyuy.
Que iban a quemar la bandera.
Pablo estaba como petrificado. Sólo miraba a los punkis, y luego a la bandera, y luego a los punkis, y luego a la bandera otra vez.
Qué digo la bandera.
SU bandera.

- Ay dios, éste la lía fijo.

Corrí hacia donde estaba para sacarle de ahí antes de que se le desatase la furia, pero de repente, hizo un gesto con el brazo como para frenarme, me echó una sonrisa que me heló la sangre, levantó el puño hacia la bandera y empezó a corear lo mismo que los punkis y a saltar como un loco.
Gritaba, y les miraba, y se reía, y me miraba a mí y se reía más. Y vuelta a gritar.
Yo no me lo podía creer.

Porque yo sabía que un facha nunca haría eso, pero ¿¿un falangista sí??

Cuando me puse frente a él y le pregunté telepáticamente a base de pestañeos (imposible preguntar de otra forma), fue cuando me di cuenta.

No, él no estaba gritando
ESA BANDERA, LA VAMOS A QUEMAR

Él estaba diciendo
ESA BAÑERA, LA VAMOS A LLENAR

Y se le saltaban las lágrimas de la risa, al idiota.

¿pero qué es ésto?


Las trastiendas me gustan. De pequeña pasé bastante tiempo metida en una.
En esta, como en todas, no están las cosas a la venta, las diseñadas para ser apreciadas por la gente; esas están ya en la tienda.
Aquí se guardan las otras, las más raras, o las menos conocidas, o las que la gente no compra y se van acumulando, o las que la gente ni se huele que existen, pero que a lo mejor son la pera, yo qué sé.
En este caso, probablemente lo que pase será que en mi trastienda se forme un cúmulo sin orden ni concierto de ideas, fotos, recuerdos y ya veremos qué más.
Y también lo más probable es que me interese solo a mí.