jueves, 27 de noviembre de 2008

Por qué le tengo manía a Neil Young


Hace miles de millones de años mi hermana y yo éramos grunges. Mis primas eran britpoperas. Nosotras hablábamos inglés con acento americano y ellas con acento británico.

Eddie Vedder era entonces el prototipo de belleza masculina, y cualquiera que se pareciese a él pasaba a ser inmediatamente objeto de admiración. (Aunque la realidad es que, como en la vida diaria había pocos chicos con el pelo largo, castaño y rizado, ojos verdes y pómulos marcados, el lado práctico venció y dentro de la categoría de “gustable” pasó a entrar básicamente cualquier chico con el pelo largo).

Por aquellos tiempos teníamos parabólica y podíamos ver la MTV, y recuerdo con particular emoción cuando vimos (y por supuesto, grabamos) el umplugged de Pearl Jam, donde Eddie Vedder se desgañitaba, más guapo que nunca, con una cazadora marrón que después se quitaba, y…
¿Cuántas veces pudimos ver esas imágenes? Me acuerdo de una canción en la que él iba a decir un “fuck” pero se echaba atrás en el último segundo y meneaba la cabeza con sus largos rizos y… ay.

Pasaron unos meses (los justos para idealizarle aún más, supongo) y nos enteramos de que Pearl Jam iban a tocar en la fiesta de los premios de la MTV.

Así que ahí estábamos mi hermana y yo el gran día, sin parpadear frente a la tele, con el mando del video preparado, esperando el momento de ver a nuestro hombre otra vez, cuando de repente apareció en la pantalla una especie de caricatura de Eddie Vedder con unos 40 kilos más, el pelo enmarañado y corto como un principe medieval (¡dios mío, ¿dónde estaban su rizos?!), y unos mofletes infladísimos (¡¿esos eran sus pómulos?!), y a su lado, gritando mucho para su edad, un anciano con tres pelos largos y patillas gigantes.

Ese enorme shock, esa transformación del que había sido nuestro ideal de hombre, unida ya indisolublemente a la imagen también impactante del venerable rocanrolero, hizo que

a) mi ideal de belleza masculina se fuese al garete, y
b) le cogiese una manía tremenda a Neil Young.

Pobre hombre, luego le he oído y tiene canciones bonitas, lo reconozco, pero no lo puedo evitar, es una asociación automática.

Así que no me repitáis más lo buen músico que es y lo prejuiciosa que soy yo.
No es un prejuicio, es un trauma, dejadme en paz.


little yellow spider

Últimamente me ha dado por oír a Devendra Banhart.
Esta canción me encanta por lo sencilla que es.

domingo, 23 de noviembre de 2008

las terapias espontáneas


Ayer en una fiestecilla, una chica nos contó muy compungida a los que estábamos por allí que hacía poco había oído claramente cómo dos chicos en una tienda, tras atenderla, se habían puesto a comentar lo fea que les parecía e incluso se rieron por lo bajo de ella, y que cuando se giró para que se diesen cuenta de que les había oído, no solo no pararon sino que se rieron más aún.

Cuando terminó de contarlo con cara de pena, todos los que estábamos a su alrededor nos unimos en una improvisada sesión de arriba la autoestima, bombardeándola con frases como no puede ser, eso es imposible, ¿fea tú?, menudos imbéciles, no, no, hablarían de otra, lo oíste mal, cómo te van a llamar fea a tí, etc..

Al cabo de un rato de terapia colectiva, la chica estaba mucho más animada, y dijo riéndose a modo de conclusión:

- ¡Además, tendríais que haberles visto a ellos!

Pero entonces un chico dijo:

- ¿Que pasa, que eran feos también?

Y tras un incómodo silencio, el grupo se disgregó rápidamente.


sábado, 15 de noviembre de 2008

two stupid dogs



¿La mejor serie de dibujos animados?
Para mí, si.
Aquí dejo UN CAPÍTULO

miércoles, 12 de noviembre de 2008

¡es la guerra!


Vosotros, queridos lectores*, ya sabéis que a veces, tras situaciones que mi cuerpo juzga como estresantes, mi delicado cutis se transforma en una especie de campo de batalla lleno de rojeces, ronchones y descamaciones varias.

Una vez fui al dermatólogo de la Seguridad Social. Tras una espera de más de tres meses y una consulta de menos de un minuto, su diagnóstico fue que tenía la piel clara y sensible, y los ojos claros.

- Hola. Mira, tengo la piel cada vez más delicada y todas las cremas me hacen reacción.
- Eso es porque tienes la piel clara y sensible. Y los ojos claros.
- Ah. Ya.
- Deberías echarte protección solar antes de salir de casa.
- Pero es que no puedo, todas las cremas me hacen reacción.
- Ya, pero eso es porque tienes la piel clara y sensible. Y los ojos claros.
- Ah. Ya.
- Deberías echarte pretección solar antes de salir de casa.
- ...

Y después me dio varias cajitas de medicamentos.

- ¡Mira qué suerte tienes, que me acaban de traer muestras gratis! Son complementos, ya verás qué bien te van a ir.

Las guardé sin mirar.
Ya en la calle, las saqué fuera.
Eran para la caspa.

Senti cómo me brotaban ronchones, de la ira.

Hoy he ido por primera vez a un médico naturópata-homeópata (¡gracias, Fer!), para ver si las terapias alternativas pueden hacer algo con este cutis de princesita delicada (o de mierda) que tengo.

Llamadme repelentilla, creída o lo que queráis, pero la verdad es que estoy acostumbrada a que la gente diga cosas bonitas de mis ojos. Yo después doy las gracias, o a veces, si me pongo nerviosa porque por lo que sea me da corte, respondo tonterías como "pues tengo dos" (no me preguntéis por qué, pero a veces lo he dicho).

El caso es que este hombre, tras examinarme un ojo detenidamente con una lupa, en vez de decir "ay que ver qué ojo más bonito" me ha soltado del tirón que tengo mal el oído, mucho estrés, gases acumulados, problemas de articulación en las rodillas, y una pierna un poco más larga que la otra.

Cosas todas ciertas, dicho sea de paso, excepto lo de los gases, que ni lo confirmo ni lo desmiento.

Después de todo lo que le ha sugerido solamente mi ojo derecho, le he contestado en un susurro, automáticamente:

- Gracias...

Cualquiera le dice a este " pues tengo dos".

Independientemente de eso, estoy contenta, el señor me ha gustado, y creo que va a funcionar.
Mañana empiezo el tratamiento.
¡Es la guerra!
Id despidiéndoos de mis rojeces.


*queridos lectores: los cuatro -exactamente, jaja- que me leéis.



miércoles, 5 de noviembre de 2008

magnetismo en el metro


Esta mañana, atravesando un largo pasillo en el metro, una chica bastante guapetona se ha puesto a andar más o menos a mi velocidad, por mi izquierda.

Yo no me habría dado cuenta de que era guapetona si no llega a ser por la mirada de poseso que le estaba lanzando un tío que se nos iba acercando en dirección contraria, por la derecha.

Allí estaba ella, tan contenta oyendo su música y sin enterarse de nada, y enfrente, aproximándose poco a poco, estaba él, con los ojos fuera de las órbitas, y con el cuello cada vez más fuera de la camisa; era como si la chica fuese un imán y él estuviese lleno de partículas de hierro, pero los pies no le dejasen desviar su trayectoria; yo creo que hasta el pelo se le inclinaba hacia donde estaba ella.

Y precisamente en el medio de este campo magnético estaba yo, hecha a la idea de mi papel secundario (o más bien inexistente) en esta historia.

Pero de repente el chico, en el momento de cruzarnos, cuando estaba a más o menos un metro de distancia de la chica, y por lo tanto a unos 50 centímetros de mí, ha hecho un MMMMÑÑUAKK tan fuerte, tan desagradable, y sobre todo tan cerca de mi oreja, que no he podido evitar girarme a su paso haciendo un BDDJJJJJ instintivo, que creo que ha dejado clara la sensación de asco que me ha provocado.

Entonces, él se ha girado también y, moviendo la mano como quien se espanta a una mosca del flequillo, me ha dicho con una sonrisa esplendorosa:

- ¡No, no, si no era a tí!

Y ahí me he quedado yo, parada, palpándome la oreja ultrajada, comprobando si me había succionado el tímpano y sin saber qué decir, dudando entre mandarle a la mierda o darle las gracias por no haberme dedicado ese beso a mí.




martes, 4 de noviembre de 2008

la reina y los socavones


Hace poco tuve una breve pero acalorada discusión con mi madre. Estábamos en nuestra comida familiar de los viernes, cuando mis padres empezaron a hablar sobre la reina y sus novoyaponeradjetivos declaraciones sobre los matrimonios homosexuales.

Cuando se pusieron a comentar entre ellos el tema, yo no hacía más que interrumpirles:

- ¿Qué decís que ha dicho?
- ¿Y eso por qué lo ha dicho?
- ¿Pero qué ha dicho exactamente?
- ¿Y eso cuándo lo ha dicho?
- ¿De verdad ha dicho eso?

Hasta que mi madre se hartó y dijo:

-Hija, debes de ser la única que no te has enterado, ¿pero es que no lees el periódico, no oyes la radio?

Y yo le dije:

- No. Últimamente, no.

Y es que tele no tengo, la radio no suelo escucharla, y el periódico, desde que no madrugo y no cojo el que me daban por las mañanas, no lo leo. Pero tengo internet, donde miro y/o recibo lo que me interesa, y como soy un ser mínimamente sociable, hablo con la gente, así que antes o después acabo enterándome de lo que pasa.
Sinceramente, yo no lo veo tan grave: me considero una persona bastante feliz, y a lo mejor parte del secreto está en vivir un poquito en la ignorancia, quién sabe, en seleccionar yo misma lo que quiero saber y lo que no, al menos por una temporada.

El caso es que me puse a argumentar mis razones, pero mi madre, después de escucharme -negando sin parar con la cabeza-, terminó la discusión:

- Estoy completamente en desacuerdo: ¿no te das cuenta de que así no se puede estar? Vives fuera de la realidad: tienes que estar informada, saber lo que pasa en el mundo. Imagina por ejemplo que, de repente, aparece un socavón frente a tu portal, y como tú no has oído la radio, ni visto la tele, ni leído un periódico, no lo sabes, y un día sales tan contenta de tu casa y patapúm, te caes de cabeza, te matas y ...

Y ahí acabó la discusión, ahogada por las risas de los tres.

Un socavón en Madrid.

Vamos, hombre.

Es genial, el humor de mi madre.