sábado, 31 de enero de 2009

los soldados cabezones

Es apasionante el mundo de las termitas.

Las soldado (dibujo) tienen una cabeza tan desproporcionada con unas mandíbulas tan grandes, que son incapaces incluso de comer por sí mismas, por lo que tienen que ser alimentadas por las obreras.
La madera estropeada por termitas aparentemente está bien (no como la atacada por carcoma, con agujeritos a la vista), pero en realidad está hueca y en cuanto la tocas se hunde; solo dejan una lámina externa de más o menos un milímetro de grosor, lo suficiente para protegerse de la luz, ya que son fotofóbicas.
Si se te ocurre hacer un agujerito en esa madera, por ejemplo con un boli, aparecerán de repente un montón de soldados que, uniendo sus cabezones, taparán el agujero para que no entre la luz. Y detrás llegarán las obreras para reparar el daño que has hecho, taponando la abertura con una mezcla de excrementos y serrín.


martes, 27 de enero de 2009

ocho dedos


Django Reinhardt:
De familia gitana, de pequeño tocaba el banjo y su padre el violín, mientras un oso y una cabra bailaban al compás.
Debido a un incendio en su caravana, a los 18 años perdió la movilidad de dos dedos de su mano izquierda. No sabía ni leer, ni escribir, ni solfeo, claro. Recuperándose en el hospital, cambió el banjo por la guitarra, y no se le dio mal.

(¿Si me hubiese pasado algo así a mí ahora sería una virtuosa del violoncello?
La duda me mata.)



lunes, 26 de enero de 2009

¡lagarta peluda!


Como insulto es genial.
- Menuda lagarta peluda estás tú hecha.
La imagen de un lagarto melenudo es tremenda.
A lo mejor me equivoco, pero juraría que nunca me han llamado ni lagarta, ni peluda, ni lagarta peluda.
(A la cara, quiero decir).
Hoy en mi curso he aprendido, entre otras miles de cosas (¿me estará creciendo la cabeza de tanto conocimiento, Señor?), que la lagarta peluda es una oruga que hace estragos sobre todo en las encinas (foto).

Su nombre científico es Lymantria dispar (dispar, porque ya de adulta, la polilla hembra es blanca, y la macho marrón oscuro).

Ahí queda eso.



domingo, 25 de enero de 2009

la sobrina engañada


Hace poco, esperando el metro, se me puso al lado un hombre mayor cargado con bolsas. Olía muy fuerte, a ropa sin lavar sobre hombre también sin lavar.
Cuando llegó el tren, él se intentó meter en el vagón que paró delante, atiborrado de gente, y yo me fui al de al lado, que estaba algo más vacío.
Como ví que el pobre hombre intentaba hacerse hueco y no lo conseguía ni de frente ni de perfil, asomé la cabecilla por entre las puertas de mi relativamente espacioso vagón y le dije:
-Aquí hay más sitio.
Y el señor vino a mi vagón, todo sonrisas.

Y todo olor.

¿Por qué se lo he dicho? -Pensé- Bueno, total, es solo una parada.
Poco a poco, sus efluvios inundaban el vagón, que no estaba tan desocupado, por cierto.
¿Por qué se lo ha dicho? -Sé que pensaban mis compañeros de vagón, lanzándome miradas de odio-.

- Muchas gracias. - Me dijo - Bsbsbsbsbsbsbsbs
O algo así.
- ¿Qué?
- Bsbsbsbsbsbsbsbsbs
Eso es lo que yo le oía, al menos. Porque hablaba bajísimo.
- ¿Cómo?

Nada, ni caso. No parecía que le importase mucho que le oyese o no, pero estaba claro que necesitaba hablar: dejó las bolsas en el suelo, para poder gesticular mejor, y empezó a contarme una historia.
Era un hombre curioso, este.
No debía de haber sido feo, de joven.
Tenía unos ojos muy expresivos.
Y se le veía educado.
¿Qué le habría llevado a esa situación?
¿Dormiría en la calle?
¿Qué llevaría en esas bolsas?
¿Estaría casado? ¿Tendría hijos? Y si sí, ¿se avergonzarían de él?
¿Cuándo sería la última vez que se lavó?
Todas estas cosas pensaba mientras él me contaba vaya usted a saber qué.
Al principio de verdad que hice esfuerzos por enterarme, pero enseguida ví que era imposible. Además, si me acercaba para oírle mejor, el olor se hacía insoportable.

Así que cuando terminaba una frase y me miraba, yo le contestaba, educada y aleatoriamente, cualquiera de estas tres opciones:
a) ahá.
b) si, si
c) claro
Solo variaba cuando él negaba con la cabeza, momento en el que yo contestaba rápidamente:
- No, no, claro.

Y funcionaba.

Aunque una vez le contesté que claro y resulta que me había preguntado que en qué parada me bajaba.
-¡Ah! En esta.
Por eso, viendo que nuestra conversación estaba a punto de terminar, dijo solemnemente, subiendo -a buenas horas- el tono de voz:

- Pues lo dicho; voy a contarle toda la verdad a mi sobrina.

Vaya por dios.
Así que la historia resulta que era interesante, qué rabia.
Podría haber aprovechado la única frase que conseguí oírle para contestar "dí que sí, tu sobrina no merece seguir viviendo una mentira" o algo así, a la altura de las circunstancias, pero no me atreví.

Opté por la respuesta b (si, si), le dije adiós, y salí del vagón.
El se quedó allí, con su historia.
Y con su olor.
De nuevo noté las miradas cargadas de odio del resto del vagón, pero esta vez sobre mi espalda.




miércoles, 21 de enero de 2009

amor de madre

RIIIIIN RIIIIIN RIIIIIIN
- ¿Si?
- Hola, Rocío.
- Hola, Madre.
- Oye, ¿quieres venirte hoy a comer?
- No, que tengo comida hecha.
- Pues que te den dos duros.
- Vale. Hala, un beso ¿eh?
- Adiós, adiós.

Porque una sabe leer entre lineas, que si no..

lunes, 19 de enero de 2009

nueva planta en casa


Me he encontrado una orquídea junto a un cubo de basura. Con tiesto transparente, y todo (porque en condiciones naturales crecen sobre las ramas de los árboles, así que agradecen que les de el sol incluso en las raíces).
Me ha dado tanta pena verla ahí tirada, desahuciada solo por no tener ya ni una flor de esas que hacen conocida a su especie, que he decidido adoptarla.
Estaba muy seca y con arañazos y cortes en las hojas, pero la he lavado un poquito, he podado el tallo floral pelado, y hale, aquí está.




Es muy bonita, ¿verdad?
¿A que no le hacen falta flores con esas hojas tan estupendas?
¿A que ya quisieran otras?

(Decid que sí, pobre, lo ha debido de pasar mal).

domingo, 18 de enero de 2009

la fiesta


Este sábado fui a una fiesta como dios manda, es decir, con SingStar.
Qué gran misterio el de este juego; nadie quiere cantar al principio y luego es casi imposible que te despeguen el micro de las manos.

Para empezar, hicimos dos equipos, chicos contra chicas. El mejor momento fue cuando escogimos una canción de Camela. Como éramos muchos, tocábamos a unos diez por micro, así que no quedaba más remedio que gritar si querías que se te oyese.
Veinte personas cantando a voces a Camela en un salón, madre mía.

Al final las chicas ganamos, y ellos se quejaron:
- Sí, habéis ganado, pero que sepáis que ninguno de nosotros conocía esa canción.
- Oye, que nosotras tampoco.
- ¿Pero entonces NADIE la había oído antes?
- Parece ser que no.

Así que alguien propuso escuchar la canción original, más que nada por curiosidad. Pero nos defraudó muchísimo.
(Entiéndase, todo lo que te pueden llegar a defraudar Camela).
- Vaya mierda, es mucho más bonito lo que he cantado yo.
- Y yo.
- Anda, y yo.

Pobres Camela, 20 melodías diferentes, y todas mejores que la suya.

¿Qué decía la canción? Pues no lo sé muy bien (¿algo de barcos?). Pero el vídeo era como una peli de vaqueros, y había un duelo, y a él se le atascaba la pistola en el último momento pero se la lanzaba a la cabeza al malo, y al rebotarle en la frente, se disparaba sola y ¡zas!, justo cortaba la soga de la que ella estaba colgada.
Como para olvidar eso.

______Ja-ja-ja. He encontrado EL VIDEO.______

Más tarde, cuando las vergüenzas ya estaban más ¿cómo decirlo?, más diluídas, empezamos a competir individualmente.
¿Y adivináis quién consiguió la puntuación máxima de la noche? (¿Para qué pregunto en plural, Eva?). Pues sí, fui yo.
Vale que no me fui a la canción más complicada o a la más melodiosa, pero oye, no me voy a quitar mérito: canté Mi Agüita Amarilla.



Al terminar (y mira que es larga), mi rival -completamente humillado, he de añadir- me dijo:
- ¿Pero te ha salido tan bien porque la tienes muy oída, o porque te ha salido así, del corazón?
- Me habré dejado llevar por la intensidad de la letra, supongo.
- Claro, así cualquiera.

Ais, estos hombres de hoy en día, qué mal perder tienen.


martes, 13 de enero de 2009

el ciclo del hombre



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el resplandor


Estoy haciendo un curso en un barrio del sur de Madrid; es de esos barrios feos con bloques idénticos y bares donde te llaman Reina.
Entre la parada de tren y el centro hay un parque, y el viernes estaba lleno de nieve y de hielo.
Mientras lo cruzaba -intentando no partirme la cabeza de un patinazo- descubrí ahí solito a un niño meciéndose tranquilamente en un columpio.
Como me extrañó eso de que estuviese tan solo y además me daba igual un camino que otro, desvié mi trayectoria para pasar más cerca de él.
Entonces ví cómo un resplandor salía de su oreja izquierda.
Qué horror. Era un pendiente (supogo que de esos con forma de diamante), que reflejaba la nieve y brillaba.
- Ah, pues entonces no será un niño, será un adolescente muy bajito- pensé yo.
Y seguí caminando hacia él.
- Uy pobre, pero muy muy bajito.
Cuando me acerqué más, comprobé que de mini-adolescente, nada: no tendría más de ocho años.
- ¡Pero qué hace un niño tan pequeño con eso! En mi época, como mucho, nos poníamos los tatuajes de los Phoskitos; qué lástima, ahora seguro que se los hacen de verdad..- Cosas así, de abuela cualquiera, fueron las que pensé al pasar a su lado, mientras él se columpiaba feliz y despreocupado, despidiendo reflejos cegadores.


domingo, 11 de enero de 2009

plan de domingo


En un ratito me voy a ver a Micro-Valentina, con riesgo real de morir ahogada por mis propias babas, y después de tapas y cañas por ahí. Y es que cada vez me gusta más lo de salir de pingo de día, ¿será la edad?.
Y como me parece un plan estupendo para pasar este Día del Señor, y eso se junta con que además hace solete, y el zumo de naranja mañanero me ha sabido especialmente sabroso, voy a poner música bailonga, hombre.

Hoy toca Etta James.

Cuentan que antes de salir al escenario, alguien le dijo:
- ¡Etta, que se te olvida quitarte la chaqueta de tu abuela!
Y que ella contestó:
-¿Tú crees que alguien va a mirar la chaqueta con esto que llevo en la cabeza?


sábado, 10 de enero de 2009

pequeñas victorias

Esta mañana, haciendo cola en la frutería del mercado:
- Cof cof cof cof.
- ¡Uy qué tos tienes!- Me ha dicho el viejecillo que tenía a mi lado.
- Ya, es que estoy medio mala.- Le he contestado yo subiendo los hombros.
- No, yo te lo digo porque es lo más parecido a ópera que he oído últimamente, ¡hay que ver qué tos más musical!
- Ah, ¿si?. Pues muchas gracias...
- Nada, hija, gracias a tí.

Medio minuto después, la señora que tenía a mi lado, ha tosido también.
(Una tos seca, ronca, vulgar).
Después ha habido un silencio.
Yo he mirado al viejecillo y él me ha sonreído, negando rotundamente con la cabeza.

viernes, 9 de enero de 2009

nieve



Una de las ventajas (por verle alguna) de no tener curro, es que en mañanas tan bonitas como la de hoy, puedes coger la cámara e irte a pasear.
Yo nunca había visto el centro de Madrid con tanta nieve, me ha encantado.
Aunque siempre hay gente que pierde un poco los papeles, como este ancianete que me he encontrado por el Retiro..

martes, 6 de enero de 2009

mi regalo de reyes - 2ª parte


Esta vez, para vosotros:
Stormy weather, una de mis canciones favoritas, cantada por Ella Fitgerald, la voz más dulce que conozco.

¡Buen día de reyes!



(Pese a todo, esta canción me gusta mucho más cuando la canta Billie Holiday; supongo que será porque su letra depresiva pega más con esa voz tan peculiar suya).


mi regalo de reyes


Un libro sobre insectos y arácnidos. Eso es lo que los reyes me han traído, de mi parte. Osea, que me lo he comprado yo.
La otra tarde, según salí de la librería, quedé para tomar algo con Carmen Arq. Saqué el libro de la bolsa, emocionada, y se lo puse en las manos.
- Carmen, mira qué majos los reyes, ¿has visto lo que me van a regalar?
Ella lo miró. (En la portada salen dos hormigas enganchadas por la cabeza, luchando o dándose un beso, no sé). Después miró de reojo a nuestro alrededor a la vez que lo volvía a meter disimuladamente en la bolsa.
- Ro, esto mejor no se lo digas a la gente.
- Otra que necesita ver los documentales de Diosnuestroseñor Attemborough- pensé yo.

El caso es que ayer por la noche, lo envolví primorosamente (mentira cochina), y lo coloqué sobre mis zapatillas, al pie de la cama, y esta mañana, ¡oh sorpresa!, ahí estaba.
Es lo que tiene no vivir con la familia, que la mañana de reyes te la tienes que currar por tu cuenta.

El libro es guay, estoy aprendiendo un montón. Por ejemplo, ahora ya sé que el tipo de cucaracha que tantas alegrías nocturnas me da en la cocina, la típica marroncilla y alargada, se llama Blatella germanica: lo que más me ha chocado es que he leído que ambos sexos tienen alas bien desarrolladas y que pueden volar, aunque no suelen hacerlo.
Mi forma de mantenerlas fuera de mis dominios consiste en capturarlas y lanzarlas por la ventana al patio, y jamás en mis múltiples lanzamientos he visto que ninguna se haya puesto a planear, o a hacer círculos ni nada parecido. Se caen y ya está. En linea recta. En linea recta hacia abajo, vamos.
¿Caen y mueren? ¿caen y pierden el sentido un rato? ¿caen y vuelven a subir para repetir la experiencia?
Eso ya no lo sé.
Pero si tienen alas, ¿por qué no vuelan? ¿no lo creerán necesario? y en ese caso, ¿será porque pertenecen a una variedad de Blatellas más tontas de lo normal? ¿o acaso las tendré mal alimentadas?
¿Alguien me puede aclarar qué clase de Blatellas germanicas defectuosas tengo yo en mi casa?

Jo, me queda taaaanto por aprender...


lunes, 5 de enero de 2009

vicente


Si tengo algún día un perro, le quiero llamar Vicente.
Paco también me gusta, pero no tanto.
Claro que para que le pegue el nombre tiene que ser un chucho, nada de razas. ¿Un caniche que se llame Vicente? ¿O un chiguagua? No, no.
Además tiene que ser más bien mayor: es imposible tener un cachorro y llamarle así.

Así que, cuando viva con las condiciones adecuadas para tener un perro, me iré a una perrera o a una protectora de animales y buscaré uno que tenga cara de Vicente: así sabré que ese es el que me tengo que quedar.


domingo, 4 de enero de 2009

el café


Margarita conoció a Jacinto en unas jornadas sobre flores tropicales que celebraron en su ciudad.

Desde el primer día hubo conexión entre ellos. Al menos, visual. Durante las conferencias, a menudo cruzaban sus miradas para asentir o disentir en los mismos puntos, o simplemente para sonreírse. Al finalizar la charla del día, los dos, como quien no quiere la cosa, se quedaban los últimos y caminaban juntos durante el brevísimo recorrido que separaba la sala de conferencias de la puerta del recinto. Allí el camino se bifurcaba, y cada uno se iba hacia su coche.

Las jornadas duraron toda una semana, de lunes a viernes. El lunes, se dijeron los nombres. El martes, aprovechando los diez segundos de camino con ella, Jacinto se lanzó:

- Si quieres nos tomamos un día un café y hablamos tranquilamente.
- Vale, cuando quieras.
- Fenomenal. ¡Hasta mañana!

Al día siguiente, la conversación fue prácticamente la misma.
Y al siguiente, también.

El viernes, con motivo del final de las jornadas, se organizó un pequeño cóctel, así que, tras la conferencia, Margarita y Jacinto pudieron hablar por fin algo más que una frase.
Aunque tampoco avanzaron gran cosa, ya que el cóctel fue rapidísimo porque consistía básicamente en media copa de cava y una gamba por persona, y además su conversación era interrumpida constantemente por el resto de los asistentes a las conferencias.
Jacinto repitió lo del café, esta vez pidiéndole a Margarita su número de teléfono, y añadió que la llamaría el día tal, sin falta, para concretar la fecha.

Y así quedó la cosa.

Pero llegó el día tal y Margarita recibió llamadas a montones, incluso de amigos que casi daba por perdidos, pero ninguna de Jacinto.

Los días fueron pasando y Jacinto no volvío a dar señales de vida, así que Margarita quedó con Azucena, una de sus mejores amigas, para saber su opinión.
Azucena, además, era mucho más experta que ella en el tema de cafés con hombres semidesconocidos.
En realidad, en el tema de hombres en general:

- (..) y me dijo que me iba a llamar ese día y no lo hizo. Y después tampoco, porque ya ha pasado una semana.
- Ahá. ¿Y?
- Pues eso, que estoy preocupada.
- ¿Preocupada? Mira, te dijo que te iba a llamar y no lo ha hecho. Será que no le interesas. Punto. Peor para él.
- Pero es que él estaba muy emperrado en ese café. Yo creo que ha pasado algo.
- Si, que no te ha llamado.
- Que no, que no, que le ha pasado algo. Le han robado el móvil, o le han raptado, o ha tenido un accidente mortal, algo así.
- Ay dios.
- Pobre Jacinto. Con lo joven que era. Creo.
- No, hija, pobre tú.
Azucena, acercó su silla a la de Margarita y empezó a contarle un montón de historias como la suya, en la que el Jacinto de turno parecía morir de ganas por tomar un café y de sopetón desaparecía sin dejar huella.
Margarita agrandaba los ojos.
- Así que no está muerto, ¿no?
- Probablemente, no.
- Osea que esto es normal, ¿verdad?
- Bastante, si.
- Pero no puede ser; a lo mejor es por algo que dije.
- ¡Pero si casi no hablásteis!
- Ya, pero en poco tiempo puedes decir algo que haga que alguien se eche atrás, ¿no?
- Hombre, pues no sé..
- Que sí: imagina que un chico te dice "a ver si el café no cae en viernes, que tengo ensayo con la tuna" ¿Tú no saldrías pitando?
- Jaja..
- O "un cafecito rápido, que a las 5 tengo entrada para los toros."
- O "luego te invito a casa para que veas mi colección de figuras de Lladró."
- O "Te paso a buscar después de misa, y te presento a mi madre"

Y así pasaron la tarde, muertas de la risa, enumerando miles de cosas que a ellas les arruinarían la posibilidad de un primer café, hasta que Margarita se quedó callada un rato y luego dijo:

- ¿Tú crees que a lo mejor me ha pasado eso a mí? ¿A qué clase de persona podría espantar yo con una sola frase?
- Ostras, maja. Ni idea.
- Oye, pues visto así, menos mal que no me ha llamado.
- Menos mal, menos mal.


viernes, 2 de enero de 2009

vino con miguitas y pimienta


¡Esta foto me encanta!
La he visto miles de veces, porque ha estado durante años sobre el piano, y claro, hace siglos (cuando tocaba) me pasaba muchas horas mirando lo que tenía enfrente.
Ahora, además del piano, mis padres tienen escáner, y hay que sacarle partido.

Os presento:
De izquierda a derecha, mi prima Mónica, mi hermana Muriel, yo y mi prima Blanca.
Por si alguien se lía, los vestidos iguales aclaran bastante sobre los lazos familiares.

Mónica y Muriel, las mayores, ahora son madres.
El otro día, cuando mis primas fueron al hospital a ver a mi hermana y a la recién estrenada Valentina, Blanca y yo estuvimos hablando sobre eso:
-Por edad, tú eres la siguiente.
-Pues lo llevamos claro.
-Ya ves.
-Venga, que te cedo el puesto.
-Uy qué honor. Quita, quita.

No me acuerdo de quién era la boda donde nos hicieron la foto, solo recuerdo que guarreamos con las bebidas, que hicimos un cóctel a base de los restos de vino y refrescos que estaban por los alrededores, junto con miguitas de pan, sal y pimienta. Un clásico de las bodas, por otro lado.

Jo, qué majuelas éramos.

jueves, 1 de enero de 2009

los paseos navideños

Es muy agradable pasear por Madrid en navidad, sí señor.
Quitando la gente, que hay demasiada.
Digamos que sobran 9 de cada 10 personas.
Mmhh..
Mejor 99 de cada 100.
(En los dos casos soy yo la que no sobro, efectivamente)
Usando el sentido común -y siempre que no quieras morir aplastado-, debes evitar lugares como Sol, la Plaza Mayor, o alrededores de Cortilandia.
Si fuera de esos lugares consigues abrirte paso entre las multitudes y mirar hacia arriba en vez de hacia las pelucas fosforescentes que llevan, de nuevo, 99 de cada 100 personas, te encuentras con un panorama muy interesante:

Por ejemplo, una invasión de ovnis en Recoletos.


O circulitos que caen del cielo en el Paseo del Prado.


O ramas peladas en la Calle Alcalá.

O cortinas de luces en la Gran Vía.


Pero esto es solo hasta que vengan los Reyes.
Después, nos quedamos los mismos, ya sin pelucas pero igual de apretados, y sin el consuelo de poder mirar hacia arriba y sorprendernos con tanto despliegue.

ya está aquí


El día 30 de diciembre nació Valentina.
Así que ya soy Tía.
Con mayúscula, que es algo importante.

Uyuyuy, qué difícil es escribir sobre esto sin dejarse llevar y acabar poniendo cursiladas...
Solo diré -y juro que con total objetividad-, que probablemente es la bebé más guapa del mundo.
No descarto que, si próximamente en cualquier conversación me decís algo como "tía, qué tarde es", por ejemplo, se me salga alguna lagrimilla de la emoción.
Jo, es que soy Tía.
Y tengo una sobrina.
Se llama Valentina
Rima.

Qué responsabilidad.
Y es que algunas madres sufren la depresión post-parto, pero las tías primerizas como yo también pasan por una variedad increíble de sensaciones y sentimientos; deberían ponerle un nombre a todo eso.
Qué lástima, somos las grandes ignoradas (además de los padres), con lo importantes que somos.

En fin, nada más, que me emociono.
¡Mis enhorabuenas más sinceras a Juanma y a Muriel por una obra tan perfecta!



Foto: Valentina, con un día.