domingo, 4 de enero de 2009

el café


Margarita conoció a Jacinto en unas jornadas sobre flores tropicales que celebraron en su ciudad.

Desde el primer día hubo conexión entre ellos. Al menos, visual. Durante las conferencias, a menudo cruzaban sus miradas para asentir o disentir en los mismos puntos, o simplemente para sonreírse. Al finalizar la charla del día, los dos, como quien no quiere la cosa, se quedaban los últimos y caminaban juntos durante el brevísimo recorrido que separaba la sala de conferencias de la puerta del recinto. Allí el camino se bifurcaba, y cada uno se iba hacia su coche.

Las jornadas duraron toda una semana, de lunes a viernes. El lunes, se dijeron los nombres. El martes, aprovechando los diez segundos de camino con ella, Jacinto se lanzó:

- Si quieres nos tomamos un día un café y hablamos tranquilamente.
- Vale, cuando quieras.
- Fenomenal. ¡Hasta mañana!

Al día siguiente, la conversación fue prácticamente la misma.
Y al siguiente, también.

El viernes, con motivo del final de las jornadas, se organizó un pequeño cóctel, así que, tras la conferencia, Margarita y Jacinto pudieron hablar por fin algo más que una frase.
Aunque tampoco avanzaron gran cosa, ya que el cóctel fue rapidísimo porque consistía básicamente en media copa de cava y una gamba por persona, y además su conversación era interrumpida constantemente por el resto de los asistentes a las conferencias.
Jacinto repitió lo del café, esta vez pidiéndole a Margarita su número de teléfono, y añadió que la llamaría el día tal, sin falta, para concretar la fecha.

Y así quedó la cosa.

Pero llegó el día tal y Margarita recibió llamadas a montones, incluso de amigos que casi daba por perdidos, pero ninguna de Jacinto.

Los días fueron pasando y Jacinto no volvío a dar señales de vida, así que Margarita quedó con Azucena, una de sus mejores amigas, para saber su opinión.
Azucena, además, era mucho más experta que ella en el tema de cafés con hombres semidesconocidos.
En realidad, en el tema de hombres en general:

- (..) y me dijo que me iba a llamar ese día y no lo hizo. Y después tampoco, porque ya ha pasado una semana.
- Ahá. ¿Y?
- Pues eso, que estoy preocupada.
- ¿Preocupada? Mira, te dijo que te iba a llamar y no lo ha hecho. Será que no le interesas. Punto. Peor para él.
- Pero es que él estaba muy emperrado en ese café. Yo creo que ha pasado algo.
- Si, que no te ha llamado.
- Que no, que no, que le ha pasado algo. Le han robado el móvil, o le han raptado, o ha tenido un accidente mortal, algo así.
- Ay dios.
- Pobre Jacinto. Con lo joven que era. Creo.
- No, hija, pobre tú.
Azucena, acercó su silla a la de Margarita y empezó a contarle un montón de historias como la suya, en la que el Jacinto de turno parecía morir de ganas por tomar un café y de sopetón desaparecía sin dejar huella.
Margarita agrandaba los ojos.
- Así que no está muerto, ¿no?
- Probablemente, no.
- Osea que esto es normal, ¿verdad?
- Bastante, si.
- Pero no puede ser; a lo mejor es por algo que dije.
- ¡Pero si casi no hablásteis!
- Ya, pero en poco tiempo puedes decir algo que haga que alguien se eche atrás, ¿no?
- Hombre, pues no sé..
- Que sí: imagina que un chico te dice "a ver si el café no cae en viernes, que tengo ensayo con la tuna" ¿Tú no saldrías pitando?
- Jaja..
- O "un cafecito rápido, que a las 5 tengo entrada para los toros."
- O "luego te invito a casa para que veas mi colección de figuras de Lladró."
- O "Te paso a buscar después de misa, y te presento a mi madre"

Y así pasaron la tarde, muertas de la risa, enumerando miles de cosas que a ellas les arruinarían la posibilidad de un primer café, hasta que Margarita se quedó callada un rato y luego dijo:

- ¿Tú crees que a lo mejor me ha pasado eso a mí? ¿A qué clase de persona podría espantar yo con una sola frase?
- Ostras, maja. Ni idea.
- Oye, pues visto así, menos mal que no me ha llamado.
- Menos mal, menos mal.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajajajaj ay Ro, lo que me he reído! Eres un crack!

Yo creo que todo es más simple que todo eso, al menos es lo que la vida me ha ido enseñando. Jacinto llama o no llama por razones mucho más sencillas, de hecho tan sencillas y simples que ni creeríamos si las supiéramos. Creo que nosotras buscamos razonamientos más complejos cuando no los hay. No llamó porque no pudo, porque se ha roto un dedo... vaya a usté a saber.
Al final estas cosas son tan simples.... y nosotras las hacemos tan complejas jejejej

A comeeeer!

ro dijo...

jaja..

Ya, ya, si Margarita lo sabe, pero es que esta vez tiene excusa para que se le dispare la cabeza: acaba de ponerse el termómetro y tiene 38´5..

¡¡Margarita, no vayas hacia la luuuz!!

Anónimo dijo...

Margarita, que eso es la bombilla, y el tunel es tu pasillo!!!