Allí estaba él, con su violín, su guitarra y un metalófono. Ni batería ni bajo, para qué.
Empezó a tocar una pequeña melodía con el violín, la grabó, y la fue superponiendo una tras otra nuevas melodías, creando un ambiente mágico, rellenando los silencios con pizzicatos, silbidos, y ruiditos variados, algo así como un puzle musical. Y entonces empezó a cantar.
El público mientras, callado como un muerto, con la boca abierta, intentando digerir que toda esa música que le rodeaba la acababa de sacar de la nada, en apenas un minuto, ese chico desgarbado del escenario.
Empezó a tocar una pequeña melodía con el violín, la grabó, y la fue superponiendo una tras otra nuevas melodías, creando un ambiente mágico, rellenando los silencios con pizzicatos, silbidos, y ruiditos variados, algo así como un puzle musical. Y entonces empezó a cantar.
El público mientras, callado como un muerto, con la boca abierta, intentando digerir que toda esa música que le rodeaba la acababa de sacar de la nada, en apenas un minuto, ese chico desgarbado del escenario.