martes, 13 de enero de 2009

el resplandor


Estoy haciendo un curso en un barrio del sur de Madrid; es de esos barrios feos con bloques idénticos y bares donde te llaman Reina.
Entre la parada de tren y el centro hay un parque, y el viernes estaba lleno de nieve y de hielo.
Mientras lo cruzaba -intentando no partirme la cabeza de un patinazo- descubrí ahí solito a un niño meciéndose tranquilamente en un columpio.
Como me extrañó eso de que estuviese tan solo y además me daba igual un camino que otro, desvié mi trayectoria para pasar más cerca de él.
Entonces ví cómo un resplandor salía de su oreja izquierda.
Qué horror. Era un pendiente (supogo que de esos con forma de diamante), que reflejaba la nieve y brillaba.
- Ah, pues entonces no será un niño, será un adolescente muy bajito- pensé yo.
Y seguí caminando hacia él.
- Uy pobre, pero muy muy bajito.
Cuando me acerqué más, comprobé que de mini-adolescente, nada: no tendría más de ocho años.
- ¡Pero qué hace un niño tan pequeño con eso! En mi época, como mucho, nos poníamos los tatuajes de los Phoskitos; qué lástima, ahora seguro que se los hacen de verdad..- Cosas así, de abuela cualquiera, fueron las que pensé al pasar a su lado, mientras él se columpiaba feliz y despreocupado, despidiendo reflejos cegadores.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nos hacemos mayores Ro. No estamos hechas para la vida moderna U_U

(Evita)

ro dijo...

Y tanto que nos hacemos mayores, maja.
A mí el otro día me echaron 27 y me deprimí un poco; es la primera vez que se acercan tanto, ay.

¡Y mañana al médico, como buena abuela!