domingo, 14 de diciembre de 2008

el frío y la energía


No me gusta mucho el invierno.

No me gusta ir con mil capas como el del dibujo de Forges, no me gusta que se me enfríe la nariz, no me gusta que se me hielen las manos al tender por la ventana y sobre todo, no me gusta que los días sean tan cortos.


El peor día del año para mí, sin ninguna duda, es en el que cambian la hora y perdemos una hora de luz.

Jamás he entendido a la gente que es feliz porque esa noche se duerme (o se sale de pingo) una hora más. ¿Contentos porque tienen una hora de más a cambio de tropecientas menos de sol los meses siguientes? Pues menudo negocio.


Año tras año (y ya van treinta, no es por nada) he ido comprobando cómo mi energía es proporcional al número de horas de sol a las que estoy expuesta.

Se me ocurren dos teorías al respecto:

1. De pequeña me injertaron genes de planta. De ahí me vendría la vocación jardinera, y explicaría también por qué después de unos días sin sol me pongo un poco tristona.

2. De pequeña me injertaron pequeñas placas solares en la cabeza. Sin sol, por lo tanto, no funciono bien.

No me convence ninguna de las dos, y tampoco sé por qué me empeño en que la respuesta está en que me han injertado algo de pequeña.


Cuando los días son más largos y hace más calorcete, me encanta dar paseos sola por Madrid y perderme. Eso con mi orientación lo tengo completamente garantizado. Pasear durante mucho tiempo y descubrir sitios agradables que voy apuntando mentalmente para volver otro día, aunque como a veces no sé cómo he llegado hasta allí, no vuelvo a encontrarlos más, es una pena.


En cambio en invierno, con el frío y esos días microscópicos, si una tarde no tengo nada que hacer, el paseo se convierte en algo prácticamente obligado, porque si me quedo en casa, aproximadamente a las 7 empiezan a venirme las ganas de cenar y a las 8 quiero irme a dormir. Y lo peor es que si lo hago me duermo al instante. Después, al día siguiente y tras cien horas de sueño, tengo remordimientos porque no he aprovechado esa tarde libre, con la de cosas que se pueden hacer.


Pero bueno, ya no queda nada para que los días empiecen a hacerse un poco más largos y entonces...

Ahí lo dejo, que no quiero sonar amenazante.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ains! Qué te voy a decir que no hayamos dicho ya.... Estoy absolutamente de acuerdo contigo!
Sólo nos queda una semanita para que poco a poco los días vuelvan a ser más largos!

(Evita)

Anónimo dijo...

... Entonces vendrás a cuidar a la sobrinita para que tu hermana también vea la luz solar ¿no?

ro dijo...

Ya maja, es que tú y yo este tema lo sacamos unas tres veces por semana durante los meses de invierno, y nos conocemos desde hace 12 años.. (¡ossstrasss!)
Multiplica.

Seguro que en verano tenemos conversaciones mucho más interesantes; yo creo que el frío nos aletarga las neuronas, fíjate.

ro dijo...

Vale Muriel, a lo mejor voy algún día.

(Aish, voy a ser una TÍA taaaaan insoportable..)

eriko dijo...

Es un tanto el problema de vivir en esas latitudes, aqui en Mexico, especificamente en el DF, el frio no es tan extremo. Yo soy de la Sierra Norte donde el problema es la humedad, imagina: neblina cerradisima, algo de viento helado en la cara, a veces algo de lluvia o aguanieve, el frio pasa a segundo plano. Yo naci en diciembre y la verdad adoro esa neblina y ese frio, que mejor para acompañar un cafecito caliente, no?? Quizas soy una planta de sombra, o algo similar, pues con el sol ando como zombie. Ahh!! y respecto a tu comentario, es obvio que algunas veces uno se tiene que morder la lengua, jejeje, solo que la gente no sabe cuando uno quiere estar solo. Aun asi ahi dejo advertencias!!! Nos vemos!!! y luego te paso algun link para que busques musica de Andrew Bird.

Anónimo dijo...

Ainsss 12 años maja!!!
Todavía recuerdo ese primer día de clase, tu estabas apoyada en la pared de en frente de la puerta de clase, con María Xuclá, yo me acerqué a preguntar algo..... Y míranos!
Y mejor no multiplico, porque me daría cuenta de lo coñazo que somos en invierno jajajajajajjaja

Esta noche te llamo ;-)

Irving dijo...

A mí este verano porteño de dias interminables me gusta. Si me empieza a molestar tanta luz, cierro las persianas y hago mi noche artificial, y así duermo como oso. En Bogotá en cambio es todo más aburrido, siempre se hace de día y de noche a la misma hora, y también siempre llueve, y siempre hace sol, y uno tiene que salir de musculosa paraguas y chaqueta el mismo día, y ni así te libras de andar con las medias mojadas, mejor dicho, date por bien servida.